Se habla mucho de que a los mexicanos nos hace falta la “cultura” de la denuncia, y que por eso aumenta la delincuencia, o que por eso los delincuentes actúan con plena libertad, pero quienes han acudido ante el ministerio público para denunciar un delito del que han sido víctimas terminan decepcionados. Pierden tiempo y dinero sin que logren se les haga justicia. Se les pide dinero para gastos de investigación, pero nada se investiga. Eso en delitos menores, en los que ameritan una simple denuncia ante un agente del ministerio público, pero en delitos o asuntos mayores, en los que hay que entablar un juicio ante un juzgado o un tribunal, la situación empeora para el quejoso, porque los gastos son mayores, mayor la pérdida de tiempo y mayor la decepción al no lograr ni siquiera un juicio bien llevado, sin que igualmente nada se solucione. La situación se agrava cuando intervienen factores políticos, sociales y económicos y a las autoridades a las que se acude son más altas, porque los resultados son semejantes. Siempre gana el estado. Todo esto, desde lo más bajo hasta lo más alto se llama corrupción, que es lo que sigue predominando en el país, donde impera la mordida, desde en una infracción de tránsito hasta una violación constitucional...