Veneno Puro Publicación: DOMINGO 18 DE MAYO DE 2014
*¿Quién Depura al Ejército?
*Ingresos de los Generales
*Me Quieren Llevar a Quemar
Por Rafael Loret de Mola
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Todo comenzó con Echeverría pero como consecuencia de la tragedia de Tlatelolco tras la cual, el general Marcelino García Barragán, jalisciense distinguido, salvó al país de un golpe de Estado y del consiguiente derramamiento de sangre inocente; ya había corrido demasiado… pero nunca como ahora bajo el fuelle de las matanzas de la “guerra calderonista-peñista”. El hecho es que los miembros del ejército recuerdan aquel episodio con vergüenza y dolor, como asimilan igualmente el indecoro del “Chacal” Victoriano Huerta en febrero de 1913. Son los dos capítulos que los militares de ley observan como denigrantes y quisieran borrar, sin remedio, de las páginas de la historia. Pero no puede ser.
Tras la salida de díaz ordaz, quien asumió íntegra y totalmente la responsabilidad por los sucesos del 68 –por los que jamás fue juzgado, cabe subrayar-, algunos mandos castrenses creyeron oportuno comenzar a pasar la factura por la lealtad institucional; y pusieron a echeverría ante el paredón y este no tuvo más remedio que aceptar ciertas condiciones, soterradas todas y encapsuladas para evitar escándalos, destinadas a elevar el estatus de los oficiales de alta graduación, económica y políticamente. Las fuentes para el caudal fueron de diferentes formas y ramificaciones, no sólo del gobierno de la República para entendernos.
Por eso, claro, echeverría tuvo la capacidad necesaria para fraguar un conato de rebelión, desde Puebla, para obligar a su sucesor, ya electo, josé lópez portillo, a negociar la transición política. Fue el 20 de noviembre de 1976, apenas diez días antes del traspaso del poder Ejecutivo, pero la sangre no llegó al río. Los mílites subversivos ni siquiera dieron la cara ni fueron perseguidos, mucho menos castigados, al tiempo de que el señor josé asumió el poder y envió a echeverría a Canberra, el punto geográfico más alejado de México y en condición de embajador plenipotenciario. La amistad de sendos personajes, que venía desde la juventud primera, se agrió para siempre.
Luego vendría miguel de la madrid, un elemento que observan gris desde la “inteligencia militar” por su perfil de burócrata con escaso conocimiento de las redes militares; acaso pensaba que siendo “comandante supremo” bastaba para ejercer un control total sobre las jerarquías pero se equivocó de cabeza a rabo. Recuerdo la confidencia de emilio gamboa, quien fue secretario privado del presidente en esa época, acerca de cuanto debieron sufrir –y aceptar- durante los primeros meses de la admnistración delamadridiana:
-Todos los días –me dijo gamboa-, debíamos resolver como no caernos hacia el abismo, sobre todo por las presiones de los militares; después del primer año, otras causas nos siguieron colocando en el filo.
¿Cuáles fueron las exigencias de los generales y por qué colocaron al pie de la barranca al Ejecutivo cuando le debían lealtad absoluta a éste?¿O es que la fidelidad se vende de acuerdo a las circunstancias y los oficiales ya estaban cansados de que se confundiera su postura con una debilidad para contraerse siempre y dejarle las manos libres a los gobiernos civiles desde la asunción, en 1946, de Miguel Alemán?