Taxistas de Caracas

Por Gabriel Páramo
Afirmar que los taxistas permiten conocer el alma de una ciudad es casi uno de esos lugares comunes que, como tal, muchas veces no nos permitimos experimentar. En Toluca o en Montevideo, en Buenos Aires o en Lima, el taxista se convierte muchas veces más que en un personaje, en el personaje. Conoce los lugares públicos y secretos de las ciudades, tiene historias ocultas, nos hace partícipes de secretos y confidencias.
Estos pequeños personajes son, sin embargo, fugaces, desechables en el sentido de que apenas pagamos de buena o mala gana el servicio y nos bajamos del taxi, vuelven al olvido del que sólo en muy contadas ocasiones pueden rescatarse.
Hace pocos años estuve en Caracas, Venezuela, ciudad en la que distintos tipos de taxis compiten por el pasaje. Desde las impresionantes SUVs de 50 dólares del aeropuerto internacional de Maiquetia Simón Bolívar, hasta las kamikazes motocicletas que en minutos sortean los pequeños pero casi impenetrables embotellamientos que misteriosamente aparecen de la nada en la capital venezolana, sus conductores son muy animados.