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Opinar, opinar-Por Alfredo Gabriel Páramo

Opinar, opinar

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Por Alfredo Gabriel Páramo

 

Las opiniones impopulares, los dichos sustentados en datos o, simplemente, las convicciones fruto de nuestra conciencia son menos importantes que las ideas populares y fácilmente desechables.


Opinar, opinar

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Por Alfredo Gabriel Páramo

 

Las opiniones impopulares, los dichos sustentados en datos o, simplemente, las convicciones fruto de nuestra conciencia son menos importantes que las ideas populares y fácilmente desechables.

Uno de los peligros de esta forma de popularidad ideológica es que la manipulación de grandes masas de población se vuelve mucho más sencilla. Desde hace muchos años los comunicólogos, desde McLuhan hasta Eco, pasando por Chomsky, Sartori o Klein nos han prevenido de la manipulación mediática.

No es que los medios, en sí mismos, manejen a la gente, por lo que propuestas radicales de desaparecerlos me parecen absurdas; el verdadero problema es que los medios son herramientas intelectuales de difusión de información, y que la información nunca, de ninguna manera, es objetiva. En el mismo momento de utilizarla de una u otra manera le damos una tendencia por lo que idealmente deberíamos desarrollar una opinión propia e informada para enfrentarnos a ella.

Una de las prácticas más destructoras del pensamiento actual es la búsqueda del acuerdo a toda costa. No importa de qué se trate, lo mismo puede ser futbol que sushi o ideas políticas, pero parece que quien no piensa como nosotros es nuestro enemigo.

Este maniqueísmo que nos consume nos lleva a extremos idiotas como pensar que si se critica a Israel en Gaza, entonces uno es antisemita; que si se piden pruebas de alguna afirmación en redes sociales es porque uno apoya violadores, corruptos o pederastas.

La búsqueda del consenso a toda costa hace que creamos que la verdad se logra por medio de una suerte de magia democrática que hace que lo que tenga más votos, más menciones o más “me gusta” es necesariamente la verdad.

Mientras tanto, es necesario denunciar y combatir esa idea del acuerdo a toda costa, quienes piensan diferente de cada uno de nosotros no son nuestros enemigos y, por el contrario, la mayoría de las veces sus opiniones sirven para fortalecer las propias, ya sea porque nos permiten vislumbrar nuevas facetas de algún problema, como porque pongan a prueba nuestras ideas y convicciones.

 

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