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MANUEL DE PERPLEJOS, LAS PROFESIAS CUMPLIDAS

Columna

Manual de perplejos

Las profecías cumplidas

Gabriel Páramo

 

Negar la realidad es una receta para el desastre; aparentemente, nadie pone en duda esa afirmación, aunque no es así. Muchos gobiernos, a lo largo de la historia del mundo, han creído que con fingir que no pasa nada los problemas se arreglan.

Los franceses ignoraron la política militarista y el rearme de los nazis y luego se asombraron cuando estos tomaron Francia en cuestión de días; los romanos pensaron que si no veían los campamentos bárbaros a las puertas de Roma, simplemente no existían. Los gobernadores de nuestro país creen que si niegan la existencia de la violencia o de la delincuencia organizada, simplemente desaparece.


Columna

Manual de perplejos

Las profecías cumplidas

Gabriel Páramo

 

Negar la realidad es una receta para el desastre; aparentemente, nadie pone en duda esa afirmación, aunque no es así. Muchos gobiernos, a lo largo de la historia del mundo, han creído que con fingir que no pasa nada los problemas se arreglan.

Los franceses ignoraron la política militarista y el rearme de los nazis y luego se asombraron cuando estos tomaron Francia en cuestión de días; los romanos pensaron que si no veían los campamentos bárbaros a las puertas de Roma, simplemente no existían. Los gobernadores de nuestro país creen que si niegan la existencia de la violencia o de la delincuencia organizada, simplemente desaparece.

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Luego llega el tiempo de las disculpas, de las acciones precipitadas, de tapar agujeros. Eso es lo que ahora pasa acá, en el Estado de México. No había, por decreto gubernamental, ni delincuencia organizada ni mucho menos violencia. Seguramente eso nos iba a salvar del contagio de las entidades vecinas.

Durante años, los habitantes de Naucalpan sufrieron violencia y delincuencia, pero no se tomaron en cuenta; lo mismo los demás habitantes de los municipios conurbados del Distrito Federal; en todo caso, era fácil decir que si algo pasaba, era por la influencia perniciosa de los capitalinos, o algún pretexto de esos que se inventan tan fácilmente.

Del interior del estado que orgullosamente lleva el nombre de la patria, no se decía nada. ¿Asaltos, balaceras, tráfico? Si lo había, eran incidentes aislados que nomás ponían un poco de sabor al mundo feliz mexiquense.

Pero tenía que pasar. El gobierno del Estado de México no puede más y descubre que hay violencia, delincuencia organizada, traficantes y miles de problemas más. Ahora sí, a pedir ayuda federal, a esperar a que Ejército y Marina tomen nuestros caminos y ciudades, y a dejar que la ciudadanía, desprevenida y poco informada, se espante.

 

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