Por Raúl González Nova
Almoloya de Juárez, México. – La figura de #FranciscoOlascoagaRodríguez secretario particular del presidente municipal ##AdolfoSolísGómez no solo refleja una actitud prepotente y despreciativa hacia los ciudadanos, sino que es un claro ejemplo de la total desconexión que existe entre los servidores públicos y la población que deberían servir. Olascoaga, autoproclamado “príncipe” del municipio, parece más interesado en aferrarse a una imagen de él mismo como un hombre de “grandes ligas” que en realizar el trabajo que le corresponde. En lugar de acercarse a la gente, los aleja, y en lugar de escuchar sus necesidades, las ignora con desdén.
El trato con los ciudadanos que se acercan al palacio municipal es una muestra palpable de la actitud elitista y despectiva de este hombre. Aquellos que intentan conseguir una audiencia con el presidente municipal se encuentran con un muro de indiferencia y desinterés, representado en la figura de Olascoaga, quien parece ver a los habitantes como meros obstáculos en su camino. Dejar a las personas esperando durante horas, solo para decirles que no pueden ser atendidos, y prometerles un contacto que nunca llegará, es la práctica común de este “señor”. No solo demuestra falta de profesionalismo, sino también un desprecio absoluto por el tiempo y las necesidades de los ciudadanos.

Olascoaga parece haber olvidado que su puesto es, ante todo, un servicio público, no una posición de poder para sentirse superior a los demás. Este hombre, que se cree de “sangre azul” por su paso por Pemex, no solo desprecia la labor que realiza, sino también a la gente que le paga el sueldo. Hablar de su pasado en Pemex, como si eso lo hiciera más valioso o competente, es una falacia que demuestra su incapacidad para comprender que su rol actual requiere humildad y responsabilidad.
Su visión del municipio y sus habitantes, a quienes califica como “rascuachos” e “indios”, es el colmo de la ignorancia y la arrogancia. Lejos de ser un líder o alguien capaz de unir, Olascoaga está dividiendo aún más a la comunidad con su actitud clasista.
Lo más alarmante de esta situación es que Olascoaga lleva años inactivo en el ámbito laboral y, sin embargo, acepta este cargo en el municipio con un salario de 22 mil pesos quincenales, como si fuera un premio por su supuesta “grandeza”. No es por vocación de servicio que llegó a este puesto, sino por conveniencia. Un puesto que, a pesar de su modestia en comparación con su antiguo trabajo en Pemex, parece haberle resultado lo suficientemente atractivo como para hacerle olvidar lo que significa trabajar para y con la gente de las grandes ligas como el lo manifiesta.
El verdadero problema no es solo Olascoaga, sino la administración de Adolfo Solís Gómez, que lo mantiene en este cargo a pesar de su comportamiento tóxico y dañino. La actitud de Olascoaga está reflejando no solo su propia falta de ética, sino también la de un gobierno que parece no tener interés en hacer un cambio real. Si el presidente Solís Gómez no toma cartas en el asunto, la imagen de su gobierno quedará permanentemente empañada por las malas decisiones de su círculo cercano.
Los ciudadanos de Almoloya de Juárez merecen algo más que indiferencia y arrogancia. Olascoaga Rodríguez es un claro ejemplo de lo que no debe ser un servidor público, y la administración municipal de Solís Gómez está fallando al permitir que este tipo de personajes sigan ocupando cargos de poder.
Mientras siga el “principito” en su puesto, la relación entre el gobierno y la comunidad se seguirá deteriorando, y el daño será irreversible. (1 de 3)