De buzón a buzón 350. Artículo de Abel Santiago
ARTISTAS Y COMPOSITORES OAXAQUEÑOS
Hasta los años 80 del siglo pasado, aproximadamente, el estado de Oaxaca era reconocido por sus grandes aportaciones a la literatura, el arte, la música y la cultura en general, pero en la actualidad sólo sigue destacando en las artesanías, de las que algunas se han llegado a valorar como auténticas obras de arte. En las antologías, museos y difusión artística se puede comprobar, porque muchos de nuestros artistas figuran al lado de los grandes maestros en alguna de las disciplinas del saber y la creación. Ahora, posiblemente por el avance de la tecnología, el humanismo se está perdiendo no sólo a nivel estatal sino nacional, y posiblemente hasta internacional, después de que los grandes creadores han desaparecido. Recordando nuestro pasado, no muy lejano, nos referiremos a algunos de nuestros artistas y compositores, con motivo del surgimiento de un grupo pequeño pero muy representativo del arte musical, en la modalidad de órgano, que se había relegado de estos medios.
Entre nuestros músicos y compositores destaca don Macedonio Alcalá, por su célebre Dios Nunca Muere, vals que desde hace muchos años se ha adoptado como himno oaxaqueño. Cuenta el músico e historiador Guillermo Rosas Solaegui, que a finales de 1867, por la pobreza en que vivía, se fue a la mixteca en compañía de su esposa Petronila Palacios y de sus pequeños hijos José Ignacio y Soledad, estableciéndose en Yanhuitlán, pueblo de su esposa, con el propósito de recorrer toda la región. Allá enfermó de gravedad y tuvo que regresar a la ciudad de Oaxaca.
Con la enfermedad se acentuó su miseria, sin que recibiera más ayuda que la que le proporcionaba la Sociedad de Santa Cecilia, integrada por filarmónicos oaxaqueños. Sus hermanos Nabor y Bernabé se negaron a prestarle apoyo económico. Un día, ya en cama, recibió la visita de unos indígenas de un pueblo cercano a Tlacolula, quienes le suplicaron que hiciera un vals para la virgen patrona del pueblo, a cambio de doce pesos plata que habían logrado reunir para pagarle su trabajo. Don Macedonio aceptó, pues ese sería el único dinero de que dispondría para la alimentación de su familia.
Rosas Solaegui Narra: “con gran esfuerzo, el mismo día don Macedonio pidió un lápiz a su esposa y sentándose reclinado sobre la pared, en ella trazó un pentagrama y sobre él, los primeros compases del vals; en seguida pidió a su abnegada esposa le comprara papel pautado, y esforzándose, sobre sus rodillas y a ratos, continuó escribiendo el vals, hasta concluirlo al siguiente día.
“Poco tiempo después, el 24 de agosto de 1869, murió don Macedonio Alcalá en una casa situada al costado del templo de las Nieves, exactamente la que hoy ostenta el número 85 de la avenida Morelos de la vieja Antequera”. Tras la muerte del maestro, su hermano Bernabé, pianista y compositor, se adjudicó como suyo el vals, llegando a publicarlo con algunos compases diferentes al original, pero afortunadamente no tuvo el éxito deseado, porque como dijo un comentarista: “la verdad impera al fin, porque Dios nunca muere”.
El mejor teatro de Oaxaca, único por muchos años, lleva el nombre de Macedonio Alcalá a partir de los años 30 del siglo pasado, en que se cambió su nombre original, que era Luis Mier y Terán, en memoria de un general porfirista. Este teatro fue construido por suscripción popular de 1903 a 1909, con cupo para 1,200 personas, distribuidas en luneta, plateas, palcos primeros, palcos segundos y galería. Su estilo afrancesado tiene forma de herradura. Es una joya de la arquitectura neoclásica mexicana, y se le considera como una de las obras del centenario. Tiene un bello decorado, y en su telón figuran alegorías griegas.
Otros sobresalientes músicos y compositores de Oaxaca son: Pedro Manzano, violinista que llegó a ser director del Conservatorio Nacional de Música; Cosme Velázquez, pianista; Germán Canseco, director de conjuntos instrumentales; Heriberto Sánchez, pianista y violinista; Hugo Conzzatti, violinista; Gabino García, violinista; Cipriano Pérez Cerna, clarinetista y arreglista; Guillermo Rosas Solaegui, violinista; Ricardo Vera Castro, pianista, musicólogo y director de orquesta; Juan Canseco, violinista y director de orquesta; Samuel Mondragón, cantante, pianista y autor de las más conocidas canciones del folclor oaxaqueño, como la Tortolita Cantadora, Sarape Oaxaqueño, Cántaro de Coyotepec y El Nito; Gabino García Pujol, violinista; José López Alavez, pianista, clarinetista y autor de la mundialmente famosa Canción Mixteca, entre otras muchas composiciones; Rafael Márquez Toro, pianista; Amador Pérez Torres, trombonista; Enrique Sandoval, guitarrista y compositor, autor de la Marcha del Estudiante Oaxaqueño; Diego Innes, violinista y destacado director de la afamada Banda de Música del Estado durante muchos años; Enrique Cataneo, cantante y pianista; Fausto García Pujol, pianista; Enrique Caballero, violinista; Jesús Rasgado y Álvaro Carrillo, guitarristas y autores de famosas canciones románticas mundialmente conocidas; Eliseo Martínez Vargas, pianista y organista; Ofelia Sánchez Narváez, pianista; Magdalena León Mariscal, pianista; Gloria Alcalá de Porras, guitarrista, y muchos otros más, que nos han dado fama y prestigio.
La cita sobre el compositor Álvaro Carrillo merece destacarse, porque actualmente se sigue estudiando y difundiendo su obra, por medio de libros, revistas y folletos. El escritor e investigador Francisco Camero Rodríguez publicó una biografía completa sobre Carrillo, reproduciendo algunas de sus principales composiciones. Asimismo, el licenciado Andrés Fernández Gatica investigó y publico un interesante libro sobre la vida y obra de este autor, dando a conocer que en una entrevista que le hizo un periodista declaró que sus composiciones eran más o menos 500, y que pocas fueron suficientes para alcanzar fama internacional, como La Mentira, Amor Mío, Seguiré el Viaje, Cancionero, Sabor a Mí, El Andariego, Luz de Luna y otras más, de las que algunas quedaron arraigadas en Oaxaca y Guerrero, porque fueron dedicadas a la Costa Chica, región en la que nació y con la que quedó plenamente identificado.
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