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Abel-Santiago

LOS LUNES DEL CERRO

   Entre nuestras costumbres y tradiciones, la más antigua es la de las festividades de los Lunes del Cerro, pues se remonta a la época prehispánica, en la que se rendía culto a la diosa del maíz, Centéotl, con un ritual celebrado a finales del mes de julio, repetido en una octava para confirmar la imploración de lluvias. A partir de la época colonial se sustituyó a la diosa zapoteca por la virgen del Carmen, pero continuaron los paseos al cerro del Fortín al siguiente lunes de la celebración religiosa, con sus respectivos bailes, danzas, canciones y convivio popular. Con el paso de los años se fue enriqueciendo y consolidando, sin que se perdiera su origen, su raíz, su esencia, que hasta la fecha se conserva a pesar de los cambios habidos, en especial el del nombre, que dejó de ser Lunes del Cerro para convertirse en Guelaguetza.

   Los más destacados escritores, periodistas e intelectuales oaxaqueños de diferentes épocas, escribieron bellas páginas en las que narran el significado que para ellos tienen estos Lunes del Cerro. Son crónicas y descripciones de los paseos desde el centro de la ciudad o alguno de sus barrios hasta el cerro del Fortín, de los bailes regionales efectuados en las mañanas y en las tardes, y  de las golosinas que aún se consumen con verdadero deleite, escritas con cariño y admiración a Oaxaca y a sus más representativas costumbres y tradiciones, enmarcadas en las leyendas que por mezclarse con la historia forman un original realismo mágico. Esas páginas inmortales, que podrían reunirse en varios volúmenes, son testimonios valiosos que mucho contribuyeron a la conservación y enriquecimiento de estas fiestas que acabamos de celebrar. Por ellas sabemos también que siempre han estado representadas todas las regiones de nuestro estado, con su vestuario, bailables y música originales, y que como ofrenda han acostumbrado traer una muestra de los productos de cada una. Para ninguna nunca se utilizó el despectivo y discriminatorio término raza.

   Entre los cambios más notables que han sufrido nuestros Lunes del Cerro, figuran: la construcción del auditorio Guelaguetza, su cambio de nombre por el mismo del auditorio, el desequilibrio ocasionado por el innecesario aumento de siete a ocho regiones, el cobro de entrada al auditorio, cuyo destino se desconoce, y la erección de la velaría, que es la que más inconformidades ha despertado. No un cambio, pero sí una confusión, es la que han originado algunas crónicas e informaciones de los últimos años, en las que se afirma que la festividad ancestral ahora llamada Guelaguetza se originó en 1932, cuando se organizó un “homenaje racial” a la capital del estado, con motivo del cuarto centenario de haber sido elevada al rango de ciudad, pero también por el lamentable estado en que se encontraba después del terremoto ocurrido el año anterior, y de los fuertes temblores que le siguieron, por lo cual familias completas se fueron a radicar a otros lugares. La desolación, la pobreza y el temor a que los fenómenos naturales se repitieran, amenazaban con el abandono total, por eso el ingenio de una gran celebración de los Lunes del Cerro de ese año, con la presencia de auténticas delegaciones de las siete regiones, pero con un nombre tal vez equivocado, “homenaje racial”, aunque no con mala intención, ya que siempre se ha convivido de manera fraternal y respetuosa con todos los grupos originarios de la entidad, sin darles el calificativo razas.

   Es importante redundar en dos señalamientos: no es verdad que nuestros Lunes del Cerro hayan cumplido ahora 83 años, porque repetimos, su origen y celebración datan del México prehispánico -aunque aún no fuera México-, y Guelaguetza no es su nombre adecuado, porque esta tiene otro significado, igualmente tradicional y muy arraigado en nuestros pueblos, bien definido por escritores, investigadores e historiadores, como el padre José Antonio Gay, para quien es la entrega de un bien como un acto de cortesía y exquisitez, sin más efecto que la reciprocidad de quien lo recibe. En la mayoría de los pueblos oaxaqueños continúa la costumbre solidaria de ayuda entre sus habitantes en las celebraciones de bautizos, santos y cumpleaños, bodas, mayordomías, defunciones y otras reuniones en las que se congrega todo el pueblo, que requieren gastos extraordinarios, mediante donaciones en dinero, música, bebidas, animales comestibles y todo cuanto se necesite para el mejor lucimiento del festejo, incluyendo el trabajo personal, que sin ser requerido se devuelve en casos similares y en igual medida. Guelaguetza es compartir, intercambiar regalos y servicios, estableciéndose así fuertes lazos de unión entre las comunidades y familias.

   En los últimos años, durante la semana comprendida entre los dos Lunes del Cerro, se ha acostumbrado llevar a cabo diversos espectáculos, como la representación de la leyenda de la princesa Donají, el Bani Stui Gulal, calendas, conciertos, ferias, desfiles en los que cada una de nuestras regiones da a conocer lo mejor de sus tradiciones y herencia cultural por medio de danzas, música, canciones y trajes típicos, así como muestras de artesanía y antojitos regionales. En los Lunes del Cerro se presenta lo más valioso de nuestro estado, por eso ha trascendido y significado un gran atractivo para el turismo nacional e internacional, que cada año aumenta, comprobando que se trata de la celebración más importante de la entidad, y una de las más originales que se llevan a cabo en la República. En años anteriores la autoridad municipal acostumbraba presentar un libro costumbrista como parte del programa cultural de esta semana. Sería conveniente que para el próximo editara uno con lo más sobresaliente de lo escrito sobre la historia de estos singulares lunes. Asimismo, es necesario que de acuerdo a la tradición vuelva a tener vigencia su nombre original, y que nunca pierda su autenticidad.

   abelsantiago30336@yahoo.com.mx

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