LOS CONCHEROS DE PUERTO PIZARRO
LOS CONCHEROS DE PUERTO PIZARRO
Por Manuel Rodríguez Romero
Periodista Colegiado
Julio tiene las manos curtidas e hinchadas por el diario trajín de introducirlas en el fango o lodo, en los exuberantes manglares de puerto Pizarro, para extraer las conchas negras o prietas, que es el producto marino estrella de la gastronomía tumbesina y de gran demanda en todo el país.
Su rostro curtido por el sol y marcado por la brisa mostraba la fatiga de 38 años de conchero, oficio que heredó de su padre y que ahora le sirve de sustento para él y su anciana madre. Julio es el conchero símbolo de Puerto Pizarro.
Como él hay cientos de concheros de todas las edades, que se dedican a la extracción del nutritivo molusco. Las conchas negras son la fuente de la economía familiar de los lugareños.
Puerto Pizarro está a 15 kilómetros de la ciudad de Tumbes por carretera asfaltada. Su gente es humilde y laboriosa, pero a la vez atenta y servicial. Fue aquí donde Francisco Pizarro inició la conquista del Perú y plantó una cruz en señal de tal proeza.
Todos los días llegan a la hermosa y tradicional caleta cientos de turistas, para pasar placenteros momentos, pasear en botes por los manglares, un ecosistema formado por islas (del Amor, de los Pájaros, Hueso Ballena, el criadero de cocodrilos), bancos de arena, bocanas, únicos en la frontera peruano-ecuatoriana. Ha! y también para saborear los ricos potajes en base a conchas negras, cangrejos, langostinos, etc.
La concha prieta es uno de los mariscos de elevado consumo, que habita bajo el lodo de los manglares o escondidas entre el laberinto de las ramas de los manglares. Hasta ahí llegan las manos de hombres y mujeres, niños, jóvenes y adultos, oriundos del lugar, para dedicarse a la ancestral extracción del molusco y satisfacer la demanda.
Julio, que también abordó el automóvil que me debía llevar de Tumbes a Puerto Pizarro, en 15 minutos que duró el viaje, me narró a grandes rasgos el drama de la pobreza de las familias, sin protección social y sin perspectivas de desarrollo debido a la falta de políticas públicas de los gobiernos de turno.
“Gracias a Dios por darnos los recursos naturales para sobrevivir. Los manglares nos dan la vida”, confesó este conchero que tiene que extraer el producto de entre las raíces de los manglares y luego llevarlos a vender a su cliente, que tiene en Tumbes un concurrido y lujoso restaurante.
La mayoría de varones porteños se dedican a la extracción del molusco, las mujeres, por su parte y generalmente, se dedican a confeccionar artesanía con productos marinos, como caracoles de diversos tamaños y formas. Los más comunes son los monederos para damas, collares, llaveros, pulseras, etc.
Puerto Pizarro tiene todo para ser un pueblo desarrollado. La indiferencia y la desidia de sus autoridades son las causas para que permanezca en el atraso. Unos cuantos con poder económico, que vienen de otros lugares, se llevan la mayor producción no solo de conchas negras sino de langostinos.
Grandes empresarios, muchos son chilenos, desde que Alan García estaba en el gobierno, se apoderaron de grandes extensiones de tierra para instalar criaderos de langostinos en la zona. En efecto, al costado de la carretera aún hay terrenos baldíos con avisos amenazantes en los que se puede leer claramente. “Prohibido el ingreso de personas extrañas. Hay orden de disparar”.
“Creo que en Tumbes hay más corrupción que en otros lugares. A los grandes con poder, coludidos con las autoridades corruptas, no les pasa nada, y a los pobres nos ajustan”, relata Julio.
En otro momento confiesa que fue compañero de estudio de alguien que llegó a ser presidente regional (en reserva el nombre). “Mi padre ayudaba al suyo, que era más pobre que el mío. Cuando mi madre me pidió que acudiera a mi amigo para que me dé trabajo, concurrí a él”.
Declara que se llevó la gran sorpresa de su vida. Al saludar al que creía que aún era su amigo, éste le contestó: “que desea señor. Se “olvidó” que era mi amigo y mi compañero de estudio. Le contesté que quería trabajar de barredor. No hay vacante, me dijo secamente y se vio media vuelta”. Los cargos y el dinero a veces envanecen a la gente, relata.
“Volví a mi rutina, al oficio que me enseñó mi padre, es decir a mis labores de conchero, que lo hago a mucha honra. Mi compañero de aula, que por azar del destino llegó a presidente regional, purga ahora condena en la cárcel por corrupto. Cosas del destino. Dios es grande, la naturaleza me da para vivir y darle de comer a mi madre viuda”.
La vida de Julio y de los concheros de Puerto Pizarro continúa.