Política con rumbo
Política con rumbo
Jesús Martell Chagoya
Email; jesmarch-11@hotmail.com
Villahermosa, Tab., 10 de junio. 2107
Esfuerzos de la vida diaria
Hablar de esfuerzos en la vida diaria; no lo es hablar de lo personal sino de lo que vivimos en lo profesional, familiar y desde luego en todo los extractos sociales; al respecto es de destacar el trabajo que realiza una gran mujer que cotidianamente va forjando camino en su vida personal, familiar y desde luego profesional; Nos referimos a la Lic. Liduvina Montejo Bautista; mujer de profesión abogada; dedicada a la educación; que además hace el tiempo para compartir sus conocimientos a las personas más necesitadas, no solo en su natal Centla; sino en el estado de tabasco.
Desde el Colegio de Abogados Tabasqueños; La noble labor que realiza la Lic. Montejo Bautista; Es de aplaudir siendo originaria de una de las comunidades apartadas del municipio de Centla; ha destacado por su participación y entusiasmo para con sus paisanos, en especial con los niños y mujeres; cabe destacar también la labor altruista que ha impartido en cada una de las asesorías jurídicas de las brigadas que el Colegio de Abogados Tabasqueños, sección Centla, ha llevado a cabo en ese lugar donde se encuentra dedicada a seguir apoyando a la comunidad en general.
Actualmente la Lic. Liduvina Montejo Bautista; es una de las integrantes del comité de festejos para el día del abogado que se celebra en el mes de julio, junto con el Lic. Natividad Domínguez Morales, también un joven profesionista del derecho, luchador social interesado en sus paisanos, ambos junto con otros destacados juristas se encuentran programando una serie de actividades solemnes y de reconocimiento a litigantes sobresalientes que próximamente realizara el Colegio de Abogados Tabasqueños el 11 y 12 de julio. Saludos cordiales para ambos y para los demás integrantes de Centla y Tabasco.
Si queremos un país fuerte, necesitamos instituciones fuertes
Si queremos una nación fuerte, requerimos de instituciones fuertes, de organismos fuertes, de medios de comunicación comprometidos con la democracia, pero también de una población dispuesta a cambiar sus mecanismos de participación social, económica, cultural, política. En un ambiente global, donde los peces grandes atentan contra los peces chicos, y más en contra de aquellos que perviven en sus debilidades por sus prácticas contra su ser interno, los pilares de su soberanía descansan en la consolidación de una república democrática, independiente, con leyes que se respetan, con una población que busque ser participativa y no solo ser representada.
La elección del pasado domingo cuatro de junio, con apenas el 54 por ciento de la participación ciudadana, nos deja la lección que obliga a los mexicanos salir a votar por su voluntad, por su responsabilidad y compromiso con la democracia como sistema político la cual se apega a nuestra idiosincrasia, a nuestra historia, desde la expansión de los dominios de los antiguos mexicas, la sangrienta conquista, hasta la independencia, pasando por la reforma y la revolución, aunque todavía queda pendiente escribir la nueva historia del liderazgo del México del siglo XXI… ¿será en la elección del 2018 cuando la mayoría de los mexicanos en edad de votar con su credencial en la mano den un golpe de timón y se conviertan en los protagonistas del cambio nacional? Todo hace suponer que así será, sino al tiempo
Rehusarse a votar termina en ser gobernado por alguien inferior a nosotros.
El pensador griego Platón escribió “uno de los castigos por rehusarte a participar en política es que terminarás siendo gobernado por hombres inferiores a ti”, esto tiene sentido para quienes no solo se rehúsan a participar sino a menospreciar la política como el camino que todo individuo o sociedad debe transitar para construir la convivencia común que conduzca a alcanzar el nivel de vida que propicie el bienestar de las personas y de las colectividades.
La mejor forma de darnos cuenta del grado de responsabilidad ciudadana es cuando en una población ocurre la necesidad de convocar a sus habitantes para dirimir, a través del intercambio de puntos de vista, la posible toma de decisiones con el objetivo de alcanzar las soluciones de la o las problemáticas que les aqueja. Cuando en una convocatoria de vecinos, de iguales, la asistencia es pírrica, entonces estamos ante un grave problema de falta de ciudadanía, de interés, de participación, de organización, de responsabilidad, de compromiso y de solidaridad.
Esto es un buen ejemplo para medir no solo la cantidad sino también la calidad de la cultura y la participación ciudadana. Esto explica en parte por qué en cada elección de autoridades el grado de ausentismo es reiterativo, es decir que solo van a las urnas entre el 40 y el 45 por ciento de los electores y cuando mejor le va, raramente llega al 60 por ciento. Las consecuencias son funestas, tal como señala Platón, el castigo termina siendo que la comuna es gobernada por personas inferiores, por individuos que no tienen moral, compromiso o responsabilidad alguna con los electores porque al final de cuentas, lo dicen, que el cargo que obtuvieron se lo deben a su padrino político y que al pueblo no le deben nada, de ahí que su gobierno estará al servicio de quien representa los intereses de su mecenas o de su grupo promotor, en consecuencia alejado de la gente y de las necesidades apremiantes de la sociedad.
Lo ocurrido en la elección reciente en los estados de México, Nayarit, Coahuila y Veracruz, demuestra fehacientemente lo aquí señalado.
Libertad de expresión
La fecha del 7 de junio está reconocida en países occidentales como Día de la Libertad de Expresión, la cual alude a uno de los principios de los derechos humanos naturales, en el que todo individuo desde su concepción, nacimiento, desarrollo y crecimiento tendrá como parte intrínseca a lo largo de su vida la libertad de pensamiento y de expresión de sus ideas, de elección, de escribir y describir sus miedos, sus sueños, su forma de ver las cosas, de plasmarlo en un lienzo, en papel, de enunciar su verdad en familia, en grupo, en distintos escenarios, en los medios a su alcance, sean estos electrónicos, impresos, en audio y video, sin más límite que sus propios intereses, sus principios, su moral, sus valores.
A esto, muchos le llaman autorregularse, otros, autocensurarse, pero lo cierto es que como parte de una comunidad organizada y civilizada, ésta en el afán de moldear condiciones de convivencia equitativa y de respeto, crea leyes y normas que en consecuencia plantean la regulación de la libertad de expresión, en tanto se debe atemperar la forma y el fondo para que no caiga en el libertinaje y con ello en la rotura del propio espacio en consonancia con los preceptos inscritos en este fundamental derecho de ser libre para expresarse sin cortapisas.
La libertad de expresarnos, es sustancial al ser humano, al que piensa, al que investiga, al que escribe, al que enuncia y denuncia, al que se atreve a dar el paso, al que perfila y acredita su visión y misión como persona responsable, como ciudadano comprometido con las mejores prácticas para fundar el ambiente social óptimo para el desarrollo humano integral, que permita el crecimiento del ser, el cual tendrá la tarea de potencializar sus capacidades, sus talentos, mirando siempre, sin egoísmo, por el bienestar individual pero con el firme propósito de lograr el bien común.
La idea de las generaciones
Lo que más importa a un sistema científico, es que sea verdadero. Pero la exposición de un sistema científico impone a éste una nueva necesidad: además de ser verdadero es preciso que sea comprendido. No me refiero ahora a las dificultades que el pensamiento abstracto, sobre todo si innova, opone a la mente, sino a la comprensión de su tendencia profunda, de su intención ideológica, pudiera decirse, de su fisonomía.
Nuestro pensamiento pretende ser verdadero; esto es, reflejar con docilidad lo que las cosas son. Pero sería utópico y, por lo tanto, falso suponer que para lograr su pretensión el pensamiento se rige exclusivamente por las cosas, atendiendo sólo a su contextura. Si el filósofo se encontrase solo ante los objetos, la filosofía sería siempre una filosofía primitiva. Mas junto a las cosas, encuentra el investigador los pensamientos de los demás, todo el pasado de meditaciones humanas, senderos innumerables de exploraciones previas, huellas de rutas ensayadas al través de la eterna selva problemática que conserva su virginidad, no obstante su reiterada violación.
El pensamiento de una época puede adoptar ante lo que ha sido pensado en otras épocas dos actitudes contrapuestas, especialmente respecto al pasado inmediato, que es siempre el más eficiente, y lleva en sí infartado, encapsulado, todo el pretérito—. Hay, en efecto, épocas en las cuales el pensamiento se considera a sí mismo como desarrollo de ideas germinadas anteriormente, y épocas que sienten el inmediato pasado como algo que es urgente reformar desde su raíz. Aquéllas son épocas de filosofía pacífica; éstas son épocas de filosofía beligerante, que aspira a destruir el pasado mediante su radical superación.
Nuestra época es de este último tipo, si se entiende por “nuestra época” no la que acaba ahora, sino la que ahora empieza. Cuando el pensamiento se ve forzado a adoptar una actitud beligerante contra el pasado inmediato, la colectividad intelectual queda escindida en dos grupos. De un lado, la gran masa mayoritaria de los que insisten en la ideología establecida; de otro, una escasa minoría de corazones de vanguardia, de almas alerta que vislumbran a lo lejos zonas de piel aún intacta.
Esta minoría vive condenada a no ser bien entendida: Los gestos que en ella provoca la visión de los nuevos paisajes no pueden ser rectamente interpretados por la masa de retaguardia que avanza a su zaga y aún no ha llegado a la altitud desde la cual la tierra incógnita se observa. De aquí que la minoría de avanzada viva en una situación de peligro ante el nuevo territorio que ha de conquistar el vulgo retardatario que hostiliza a su espalda. Mientras edifica lo nuevo, tiene que defenderse de lo viejo.
Esta discrepancia es más honda y esencial de lo que suele creerse. Por medio de la historia intentamos la comprensión de las variaciones que sobrevienen en el espíritu humano. Para ello necesitamos primero advertir que esas variaciones no son de un mismo rango. Ciertos fenómenos históricos dependen de otros más profundos, que, por su parte, son independientes de aquéllos.
La idea de que todo influye en todo, de que todo depende de todo, es una vaga ponderación mística, que debe repugnar a quien desee resueltamente ver claro. No; el cuerpo de la realidad histórica posee una anatomía perfectamente jerarquizada, un orden de subordinación, de dependencia entre las diversas clases de hechos.
Así, las transformaciones de orden industrial o político son poco profundas; dependen de las ideas, de las preferencias morales y estéticas que tengan los contemporáneos. Pero a su vez, ideología, gusto y moralidad no son más que consecuencias o especificaciones de la sensación radical ante la vida, de cómo se sienta la existencia en su integridad indiferenciada. Esta que llamaremos “sensibilidad vital” es el fenómeno primario en historia y lo primero que habríamos de definir para comprender una época.
Sin embargo, cuando la variación de la sensibilidad se produce sólo en algún individuo, no tiene trascendencia histórica. Han solido disputar sobre el área de la filosofía de la historia dos tendencias, que, a mi juicio, y sin que yo pretenda ahora desarrollar la cuestión son parejamente erróneas. Ha habido una interpretación colectivista y otra individualista de la realidad histórica.
Para aquélla, el proceso sustantivo de la historia es obra de las muchedumbres difusas; para ésta, los agentes históricos son exclusivamente los individuos. El carácter activo, creador de la personalidad, es, en efecto, demasiado evidente para que pueda aceptarse la imagen colectivista de la historia. Las masas humanas son receptivas: se limitan a oponer su favor o su resistencia a los hombres de vida personal e iniciadora Mas, por otra parte, el individuo señero es una abstracción.